El ex falangista español
y el socialista argentino
En 1975, el periodista Gregorio Selser visitó en Madrid a un ex militante de la Falange Española y ex combatiente de la División Azul en la Segunda Guerra Mundial. Era el poeta Dionisio Ridruejo, uno de los autores del himno Cara al sol y para entonces un antifranquista que había conocido la persecución, la cárcel y el destierro.
Roberto Bardini
A principios de 1975, el periodista argentino Gregorio Selser viajó a España enviado por el diario El Cronista Comercial, de Buenos Aires. Militante socialista e investigador obsesivo, Selser se había hecho famoso por Sandino, general de hombres libres, una biografía pionera publicada en Buenos Aires en 1955. Cuando llegó a Madrid ya era autor de 20 libros, entre los que se contaban Diplomacia, garrote y dólares en América Latina (1962), El rapto de Panamá (1964), La CIA en Bolivia (1970) y Una empresa multinacional: la ITT en Estados Unidos y en Chile (1974).
El general Francisco Franco aún estaba en el poder. Todavía en septiembre de ese año, dos meses antes de su muerte, el dictador ordenaría el fusilamiento de cinco presos políticos vascos e ignoraría el pedido de clemencia del Papa Paulo VI. Las ejecuciones causaron indignación en casi todo el mundo y protestas en varias capitales. Quince países europeos retiraron a sus embajadores en España.
Antifranquista desde su adolescencia, Selser también era lector de poesía desde joven y conocía muy bien la obra de León Felipe, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Miguel Hernández y Antonio Machado. Y hacia la última vivienda del andaluz Machado en tierra española se encaminó el periodista argentino. Fue a Segovia y ubicó la casa de la calle Desamparados Nº 11, donde el poeta había vivido desde 1919 hasta 1933.
Cuatro años después, Selser recordó: “La humilde casa de huéspedes era la que merecía el nombre de la calle. Nada en ella evoca otra cosa que la digna pobreza del alto poeta y humilde maestro. […] Hasta entonces los turistas norteamericanos no habían ‘descubierto’ a Machado, y tampoco, creemos, los latinoamericanos que ya le comenzaban a conocer a través de sus versos musicalizados por Joan Manuel Serrat. De modo que la sinuosa calleja empedrada como a garrotazos ocasionales sobre el duro suelo, seguía casi virgen de toda atención de los organismos oficiales de promoción del turismo”.
Pocos días después de su visita a Segovia, Selser quiso conocer a otro poeta: Dionisio Ridruejo, a quien hasta algunos años antes “por haber estado junto a Franco lo decretó irremisiblemente no poeta”, como reconoció el periodista en 1979, en México.
El poeta de la Falange Española
El escritor y político Dionisio Ridruejo, nacido el 12 de octubre de 1912 en El Burgo de Osma, una milenaria ciudad de Castilla y León, e hijo de un banquero, pertenece a la llamada Generación del 36. Se afilió a Falange Española en 1933, el mismo año en que fue fundada por José Antonio Primo de Rivera. Tenía entonces 21 años de edad.
El periodista e historiador español César Vidal, articulista del diario conservador La Razón y autor de 80 libros de divulgación histórica, relata que el 3 de diciembre de 1935, José Antonio convocó a siete destacados “camisas azules”, entre los que se encontraba Ridruejo, a La Cueva del Orkompon, un bar vasco de Madrid, para redactar la letra del himno de la Falange. La música ya había sido escrita por el compositor vasco Juan Tellería (1895-1949).
Los ocho camaradas se repartieron las líneas de lo que sería Cara al sol. «Nuestro himno debe ser una canción alegre, exenta de odio, pero a la vez de guerra y amor», le dijo José Antonio a su «escuadra de poetas». El resultado, luego de unas horas de trabajo, fue el siguiente:
Cara al sol con la camisa nueva,
que tu bordaste en rojo ayer,
me hallará la muerte si me lleva
y no te vuelvo a ver.
Formaré junto a mis compañeros
que hacen guardia sobre los luceros,
impasible el ademán,
y están presentes en nuestro afán.
Si te dicen que caí,
me fui al puesto que tengo allí.
Volverán banderas victoriosas
al paso alegre de la paz
y traerán prendidas cinco rosas
las flechas de mi haz.
Volverá a reír la primavera,
que por cielo, tierra y mar se espera.
¡Arriba, escuadras, a vencer,
que en España empieza a amanecer!
¡España una!
¡España grande!
¡España libre!
¡Arriba España!
Ridruejo es autor de los dos primeros versos de la cuarta estrofa: Volverán banderas victoriosas / al paso alegre de la paz. Vidal define al poeta como “una de las mentes privilegiadas” del joven movimiento falangista.
“A pesar de sus defectos, el Cara al sol fue ciertamente un himno para la Falange que, en los próximos años, sería utilizado como himno de batalla y también de esperanza y en el que, paradójicamente, por una de esas ironías de la Historia, parecía reflejarse el conjunto de contradicciones del partido”, escribe Vidal. Menciona que donde se dice “impasible el ademán” muchos cantaban, en broma, “imposible el alemán”.
Sin embargo, agrega el historiador, “junto a la estética lírica e incluso excesiva, había un llamamiento a elementos militares y de acción directa, referencias a un futuro mejor pero difuso y una notable carencia de encajes entre tan dispares elementos. Venía a ser, dentro de su pluralidad de creadores, un claro antecedente del destino de la Falange durante lo que restaba del siglo”.
Encierro y destierro
Durante la Guerra Civil Española (1936-1939), Ridruejo es director de Propaganda del bando que finalmente vencerá. Poco después del triunfo se desilusiona del rumbo que toma el régimen de Francisco Franco, como les sucede a muchos falangistas que aspiraban a una revolución, a una «España Grande y Libre», y no a una masiva represalia de compatriotas ya derrotados. El “generalísimo por la gracia de Dios”, escribe Ridruejo, impulsa “una especie de revanchismo deportivo, dando a la honrosa tarea del Poder una categoría de pago de gratificaciones”.
Para tomar distancia, el escritor se alista como soldado raso en la División Azul en 1941 y combate en la Unión Soviética. Al año siguiente, de regreso del frente de guerra, le recrimina personalmente a Franco sostenerse gracias a una “Iglesia conservadora, un ejército represor y una justicia arbitraria”. Como muchos antiguos “camisas azules”, Ridruejo es acusado por los nuevos falangistas del franquismo de ser un “camisa roja”. En 1947 es obligado al destierro, primero en la ciudad de Ronda (Málaga) y después en San Cugat del Vallés (Barcelona).
En 1948 el poeta se va a vivir a Italia, donde, según sostiene el sociólogo e historiador español Santos Juliá, Premio Nacional de Historia 2004, comienza a rescatar el recuerdo de los últimos tiempos de aquel José Antonio Primo de Rivera “empeñado en servir de pacífico mediador entre las dos Españas”.
Ridruejo retorna a Madrid en 1951. Es encarcelado en 1956 por participar en un movimiento revolucionario junto con militantes del Partido Comunista. Al año siguiente, funda el Partido Social de Acción Democrática y nuevamente es condenado a prisión. Su libro Escrito en España, desaprobado por la censura franquista, se publica en Argentina en 1961.
“Espejo precoz” de la evolución falangista
En 1962, el ex “camisa azul” participa en las llamadas Conversaciones de Munich, un encuentro de toda la oposición franquista del interior y del exterior para intentar el restablecimiento de la democracia en España. La prensa oficialista denomina a la reunión “el contubernio de Munich”.
Ridruejo se exilia en Francia de 1962 a 1964. El régimen veta su nombre para el Premio Nacional de Literatura, se prohíben sus libros, se le priva de pasaporte.
En 1974, el escritor es uno de los fundadores de la Unión Socialdemócrata Española (USDE). El crítico literario Jordi Gracia, profesor de Literatura Española en la Universidad de Barcelona y autor de La resistencia silenciosa. Fascismo y cultura en España, considera que Ridruejo es un “espejo precoz” de lo que pudo ser la evolución intelectual de los fundadores de la Falange.
Antonio Machín Romero, también profesor de Literatura en la Universidad de Barcelona y autor de varias biografías de personajes españoles, escribe: “Resulta difícil encontrar en el mundo cultural y político del siglo XX una figura tan íntegra, tan humana, tan coherente, tan ajena a las vanidades, como la de Dionisio Ridruejo”.
Informe sobre vencedores y vencidos
El 12 de agosto de 2005, el diario La Vanguardia reveló que en los archivos nacionales de Estados Unidos existía un informe confidencial acerca del régimen franquista, que Ridruejo había hecho llegar 43 años antes al gobierno de John F. Kennedy. Recomendaba la lectura del documento nada menos que el asistente especial del presidente norteamericano, el historiador Arthur Schlesinger Jr, graduado en Harvard, autor de 20 libros, dos veces ganador del Premio Pulitzer y posteriormente opositor a las guerras de Vietnam e Irak.
En esa época, a Ridruejo le simpatizaba Kennedy por su origen irlandés y por ser católico. El informe, de agosto de 1961, comenzaba así:
“El Régimen español consiste fundamentalmente en una institución-persona. El dictador concentra todos los poderes del Estado, dirige el Partido único y ejerce el mando supremo de las Fuerzas Armadas. La opinión pública no interviene ni puede intervenir en ningún momento. […] El Consejo de Ministros funciona bajo la presidencia del dictador: sus miembros son nombrados y separados por su exclusiva decisión. El partido único consiste en una burocracia jerarquizada y bajo su dependencia los sindicatos son igualmente burocráticos y jerárquicos”.
Una de las preocupaciones de Ridruejo, según el artículo de La Vanguardia, era “la discriminación entre vencedores y vencidos de la Guerra Civil, una práctica evidente que aún se mantenía en aquella España de los años sesenta que pugnaba por ser reconocida internacionalmente y que se abría al turismo”. El poeta recomendaba “el ejercicio de la oposición ilegal o clandestina, la presión social directa como huelgas, manifestaciones, ejercicios de resistencia civil pacífica”.
“Ningún hombre es una isla”
De regreso a Madrid, después de visitar la casa en la que Antonio Machado había vivido en Segovia, Gregorio Selser le solicitó telefónicamente una entrevista a Dionisio Ridruejo. El poeta, de 63 años, le comentó que estaba muy enfermo y que sólo le podía conceder “unos 15 minutos”.
“Nuestra conversación, que hoy evocamos con ternura, se prolongó durante varias horas. Quizás fueron cuatro”, rememoró el periodista años después. “De figura tan ascética y demacrada como la de los monjes esculpidos en el frontis de la catedral de Ávila, sospechamos que nos ganamos su paciencia y su tiempo a partir de una mención circunstancial que hicimos de nuestra visita a Segovia. Sin nosotros saberlo, Ridruejo había ‘pasado los mismos fríos’ que Machado en aquella ciudad que parecía detenida en el tiempo”.
El poeta dijo: “¿Sabe usted por qué Franco jamás gastará una peseta en restaurarla? Pues porque no le perdona aún a don Antonio que no haya sido de los suyos. ¿Qué se puede esperar de un hombre que en 40 años no ha aprendido a no odiar?”.
Selser registra que el escritor le comentó que en España “todo pudo ser distinto a partir de la victoria de los nacionales” en el conflicto civil que terminó en 1939, si se hubiera impuesto “la Falange de José Antonio y el proyecto en el que Franco no figuraba cuando fue soñado”.
“Mi modo de contrición es denunciar aquello que antes canté”, dijo el hombre que moriría pocos meses después, sin alcanzar a ser testigo de la agonía de Franco y del final de una dictadura de cuatro décadas. “Mis cilicios me oprimen por dentro, tengo tantos muertos como cualquier otro español”.
El 28 de octubre de 1979, el socialista Gregorio Selser publicó sus recuerdos del ex falangista Dionisio Ridruejo en El Gallo Ilustrado, suplemento dominical del diario El Día, de México, país en el que estuvo exiliado 14 años y ocho meses, hasta su muerte en 1991. El artículo se titulaba: “Ningún hombre es una isla: recuerdo de Dionisio Ridruejo”.
Se trata de una línea del poeta metafísico John Donne (1573-1631), que muchos identifican como parte de la cita inicial de Por quién doblan las campanas, la novela de Ernest Hemingway sobre la Guerra Civil de España:
Ningún hombre es una isla, entero en sí mismo; todo hombre es un pedazo del Continente, una parte de Tierra Firme; si el Mar se llevara un terrón, Europa perdería un Promontorio como si se llevara la Casa de sus amigos o la tuya propia. La Muerte de cualquier hombre me disminuye porque soy parte de la Humanidad; y por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti.